Cuando empecé a laburar en este lugar existían situaciones las cuales me parecían raras, de pronto me encontré actuando de una manera la cual me hacia sentir que durante varios momentos del día era otro.
De a poco me fui emulando y termine encajando muy bien, hasta les podría asegurar que el día que me vaya a un par voy a extrañar bastante.
El almuerzo era un todo un tema, ya que no lograba entender como podían almorzar tartas y ensaladas. Un verdadero hombre no come una porción de tarta, un verdadero hombre en todo caso se come una tarta entera. Como era nuevo en el lugar no tenía poder de decisión así que cuando el estomago rugía me rajaba a algún lado a morfar.
El tiempo paso y ahora el mediodía me encuentra casi siempre almorzando de a cuatro en mi especie de cucha oficina popular socialista.
Hoy mientras devorábamos los sándwiches de tortilla y cantimpalo, y de milanesa completa con F y G, miré por la ventana y con un suspiro corto pensé “costo, pero gané”.